Hay pequeños hechos que nos marcan el sentido de la vida. Apenas con cuatro o cinco años, a la grupa de un caballo, cabalgaba en busca de mi hermana recién casada y de la cual me parecía imposible separarme. Caía lentamente el sol y la noche permitía ver a un lado y otro del camino las luces centelleantes de las humildes casas campesinas. Me inquietaba la demora en llegar y el jinete, mi insuperable cuñado, me consolaba con un recurso muy sencillo: -ves aquella lucecita, allá a lo lejos….pues ahí está la casa de tu hermana.
Llegábamos al lugar señalada y repetía el piadoso engaño, una y otra vez. Así, hasta la media noche en que por fin nos encontramos con mi hermana.
A lo largo de la vida siempre he tenido en el horizonte una pequeña luz a la cual llegar, un punto que conquistar. Tal vez esta experiencia es la metáfora de mi vida. Siempre hay que ilusionarse y luchar por alcanzar la luz que tenemos en el horizonte y no cejar hasta llegar a ella y después, otear donde se encuentra otro punto de luz para hacer lo mismo. Lo aprendí buscando a mi hermana.
Allá donde este habrá una luz entendida esperándote. La buena gente no se va, permanece en el corazón de la gente amada para arrancar sonrisas con su recuerdo. Un abrazo hermano.
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